Concierto 17 abril: «La Valse» de Ravel

El 17 de abril a las 19:30h, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, podremos disfrutar otro gran concierto dentro de la Temporada Excelentia «Grandes Clásicos» 23/24.

 

Este será el programa completo:

Ravel: La Valse

Rodrigo: Concierto de Aranjuez

Ravel: Bolero

Falla: Noches en los jardines de España

Hoy nos detenemos en la primera obra del concierto.

 

Ravel
La Valse

 

Un torbellino fantástico y fatal” es La Valse según la propia definición de su autor, Maurice Ravel (1875-1937), que tardó catorce años en dar fin a un proyecto iniciado en 1906 con intenciones muy diversas. Fue instado entonces por Serguéi Diáguilev para escribir una obra para sus Ballets Rusos que supusiera un homenaje a los valses de Johan Strauss, razón por la que la pieza que fraguaba se llamaba Wien (‘Viena’), un ensalzamiento de los decimonónicos valses vieneses, cargados de romanticismo y de majestuosidad vistosa. Pero la Primera Guerra Mundial se interpuso y cambió el rumbo del mundo y de las composiciones del autor, ahora menos prolífico. Los desastres de la guerra y la muerte de su madre en 1917, que le sumió en una gran depresión, dieron a su obra un tono más dramático y La Valse fue su primera gran obra tras la contienda internacional; pero ahora la sociedad era otra.

 

El mundo que muestra ahora Ravel ya no es el de la época del vals vienés, sino el de una civilización en la que la barbarie ha mostrado sus fauces frente a los idílicos deliquios cortesanos, lo que Ravel muestra en La Valse, poema coreográfico trascendente, dinámico y en continuo crescendo, compuesto en un movimiento entre 1919 y 1920. Aunque la obra orquestal se estrenó el 12 de diciembre de 1920, la presentó antes Ravel en abril de 1920 en una versión para piano —las versiones generales hoy son una para dos pianos y otra para orquesta— en casa de la pianista Misia Sert, dedicataria de la obra, con la presencia de Diáguilev, Ígor Stravinski o Francis Poulenc. Diáguilev la rechazó allí para sus Ballets Rusos por considerarla irrepresentable: “Es una obra maestra, pero no es un ballet: es la pintura de un ballet”. Esto produjo el fin definitivo de la relación; incluso el hecho de que Stravinski ante tal crítica optara por el silencio acabó con la amistad con Ravel y la relación en adelante se limitó a lo estrictamente profesional.

 

La Valse refleja la decadencia de la civilización, la decadencia de la sociedad, pero partiendo de la grandeza de los salones de baile. De hecho, Ravel escribe en la partitura el contexto inicial: una escena neblinosa en la que se atisban parejas bailando un vals, hasta que se disipan las nieblas y las lámparas muestran una apoteósica sala imperial de hacia 1855.

 

La pieza, tras un inicio insondable y hermético, concatena valses incluso hasta el caos más incontinente con la habitual maestría orquestadora de Ravel y con un inefable empleo del color hasta el frenesí final, un cierre abrupto y contundente que nos paraliza y aturde, un cierre de tragedia que aniquila todo el fluir anterior.

 

Imprescindible para:

  • Entender musicalmente el fin de un mundo y el inicio de otro.
  • Disfrutar de la simpar orquestación de Ravel y de sus efectos cromáticos.
  • Experimentar la obsesión raveliana por la danza y el paroxismo al que llega.
  • Sentir vivamente el extraordinario, sorprendente y extático final.

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