Concierto 3 diciembre: Violín Tchaikovsky

El 3 de diciembre a las 19:30h, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, podremos disfrutar otro gran concierto dentro de la Temporada Excelentia «Grandes Clásicos» 23/24.

 

Este será el programa completo:

Tchaikovsky

Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 35

Mahler

Sinfonía núm. 5

 

Hoy nos detenemos en la primera obra del concierto.

 

Tchaikovsky
Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 35

Compuesto entre marzo y abril de 1878 en tres movimientos, es el único concierto de violín de Tchaikovsky (1840-1893). Lo escribió en la localidad suiza de Clarens, junto al lago Lemán, zona pintada por Mendelssohn (1809-1847) en sus bellas acuarelas y en la que Stravinski (1882-1971) creó la música de La consagración de la primavera. Tchaikovsky viajaba desde enero con su hermano Modest y con su alumno Iósif Kotek (1855-1885)—joven violinista con quien mantuvo una relación—por Italia, donde compuso su Cuarta sinfonía; con ese viaje pretendía salir de su angustia tras haberse casado en julio de 1877 con su alumna Antonina Miliukova (1848-1917) huyendo de las habladurías —y de sí mismo— para ocultar su homosexualidad. Esta unión no consumada le llevó a ser hospitalizado dos meses después por una fuerte depresión, tras lo que inició un viaje psicológicamente terapéutico.

 

Entre la música que interpretaban por diversión en ese viaje, destacó la Sinfonía española de Édouard Lalo (1823-1892) —prácticamente un concierto de violín— que Pablo Sarasate (1844-1908) había estrenado con gran éxito en París en febrero de 1875. Influye claramente en el concierto de Tchaikovsky esta obra de Lalo en la que el ruso apreció, según escribía a su mecenas Nadezhda von Meck (1831-1894), viveza, desenvoltura, hermosas melodías bien armonizadas…, todo en busca de la belleza musical sobre los formalismos de escuela o de tradición. Como Tchaikovsky no era violinista, Kotek le ayudó con algunas sugerencias resolutivas.

 

El Concierto de violín de Tchaikovsky aúna lirismo y virtuosismo, en proporción diversa según quien sea el intérprete, al que se le exigen considerables capacidades técnicas. Tras su composición, fueron varios los violinistas que se negaron a estrenarlo dada su dificultad, con lo que la obra cobró rápidamente fama por su compleja esencia. Unido a su carácter, considerado desmesuradamente ruso, le acarreó a la obra algunas críticas, que en realidad lo eran al nacionalismo ruso. No obstante, se hicieron diversas versiones del concierto hasta su consolidación como gran referente, y la edición de Leopold Auer (1845-1930), violinista contemporáneo de Tchaikovsky, más cercana al canon occidental y menos localista rusa, fue la que se logró imponer.

 

Aunque se considera que su estreno se llevó a cabo en Viena a fines de 1881 con Adolph Brodsky (1851-1929), se han encontrado evidencias de que se interpretó en Hannover el 13 de marzo de 1880 por Georg Haenflein, concertino de la Hofkapelle de la ciudad, y bajo la dirección de Ernst Frank, aunque parece haber pasado bastante inadvertida esta sesión, de la que ni Tchaikovsky tendría conocimiento. E incluso cabría entender que la primera interpretación corrió a cargo del violinista Leopold Damrosch en Nueva York, en una versión para violín y piano en 1879. Eso sí, hasta 1882 no se interpretó en Rusia, de nuevo con Brodsky como solista.

 

El Concierto de violín de Tchaikovsky comparte con su Concierto para piano n.º 1 una curiosidad: ambos comienzan con una melodía sugerente que no vuelve a aparecer más en la obra. El primer movimiento responde a la forma sonata y comienza con una evocación de serenidad clásica, una idílica ensoñación casi pastoral. A lo largo del movimiento debe surgir el virtuosismo técnico del solista hasta un alto grado para abordar este núcleo emocional del concierto hasta el ágil final del movimiento, aunque también se consideró muy «cerebral», como así lo entendió Nadezhda von Meck en un principio. Atesora melodías de amplio desarrollo y una brillantez que permite el lucimiento de todas las posibilidades del violín, incluida la cadencia, que es del propio Tchaikovsky, y en la que el instrumento ha de llegar a gran altura, incluso desde el punto de vista tonal, por la expansión de los agudos. La coda final del movimiento concluye de forma rápida y vibrante.

 

El segundo movimiento, que empieza con solemnidad interpretada por los instrumentos de viento, acapara todo él un infinito aire de dulce melancolía. El violín entra con un talante sombrío y melancólico, melódicamente inimitable y propiamente tchaikovskiano. Una canzonetta, un delicado andante que encierra gran parte de la sensibilidad que rezuma la obra y aumenta la receptividad de los oyentes, pues los sume en un bello estado contemplativo y refinado. Movimiento genialmente encantador o encantadoramente genial.

 

El segundo y el tercer movimientos se interpretan attacca, esto es, sin solución de continuidad. El último es el más abiertamente ruso, cargado de bellas melodías populares de Rusia reinterpretadas y adaptadas al sello inconfundible de nuestro autor; es de gran ligereza y fogosidad, con cambios continuos, con acertados y entusiastas brincos en busca de la belleza preconizada por encima del corsé formal. De nuevo, este movimiento y todo el concierto acaban con una coda virtuosa, rápida y de grandiosidad innegable.

 

Imprescindible para:

 

  • Asistir a una velada con una obra puramente tchaikovskiana, melódicamente elegante y de expresión exaltada y ardiente.
  • Escuchar el único concierto de violín de Tchaikovsky, escrito con el afán decidido de buscar la belleza como interés principal.
  • Contemplar el resultado de cómo la creación artística ahuyenta los monstruos mentales.
  • Presenciar el virtuosismo de una cadencia compuesta por el mismo Tchaikovsky aunando destreza técnica y belleza.

Acompañando a la Orquesta Clásica Santa Cecilia, el violinista solista será Kevin Zhu.

El violinista estadounidense Kevin Zhu ha acumulado un extraordinario palmarés de conciertos y premios en concursos desde que empezó a tocar el violín a los tres años. Elogiado por su «impresionante dominio técnico y madurez» (The Strad) y su «virtuosismo absoluto, casi cegador en su increíble pureza» (L’ape musicale), Kevin ha actuado en los escenarios más grandes del mundo, desde la Konzerthaus de Berlín hasta el Royal Festival Hall de Londres, pasando por la Sala de Conciertos de la Ciudad Prohibida de Pekín. Llamando inicialmente la atención internacional tras ganar el Concurso Paganini 2018 y el Concurso Yehudi Menuhin 2012, se ha consolidado como una figura destacada, asombrando al público con su inigualable dominio técnico y su inimitable voz artística.

También puedes adquirir tus entradas dentro de nuestros abonos de la Temporada Excelentia «Grandes Clásicos» 2023/24 con importantes ventajas como descuentos, la suscripción a la revista «Excelentia: Música y Arte» o la asistencia gratuita a las conferencias previas explicativas de las obras de cada concierto.