Continuamos nuestro recorrido por el programa del concierto del 7 de mayo en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid, y hoy nos detenemos en el Salmo núm. 42 de Mendelssohn.
Este será el programa completo:
Mendelssohn: Obertura Trompeta en do mayor, op. 101
Mendelssohn: Salmo núm. 42, op. 42
Beethoven: Sinfonía núm. 9 ‘Coral’ en re menor, op.125
Mendelssohn
Salmo núm. 42, op. 42
Mendelssohn escribe y publica el Salmo numero 42 op. 42, para solistas, coro mixto y orquesta, en 1837, aunque con una revisión posterior en 1838.
Era la segunda vez que se dedicaba a esta tarea el autor, aunque los salmos siempre estuvieron presentes en la composición orquestal de Mendelssohn, que abordó cinco de ellos entre 1830 y 1843, al margen de otros tres que abordó para solistas y coro, a cappella, que constituyen su opus 78. El Salmo 42 es el de mayor altura, del que Schumann, en el año de su composición, observó que era el punto culminante de las obras religiosas de Mendelssohn e incluso de toda la música religiosa de los últimos tiempos. El propio autor consideró este Salmo n.º 42 como su mejor obra religiosa y una de las mejores obras de su catálogo completo.
Se estrenó en Leipzig el 1 de enero de 1838, bajo la dirección del propio Mendelssohn al frente de la Orquesta de la Gewandhaus de tal ciudad alemana, de la que era director titular desde 1835. Mendelssohn también se encargó de hacer una reducción para piano.
El texto procede del bíblico Libro de los Salmos, y a este número 42 se han acercado otros compositores como Palestrina, Bach, Haëndel o Charpentier, siempre con acalorado apasionamiento. Mendelssohn pone música, casi en su integridad, a la traducción del salmo al alemán realizada por Martín Lutero (1483-1546), que tradujo la Biblia en el primer tercio del siglo XVI. Así como la música posee una gran riqueza formal, el texto resulta muy emotivo, religioso y poético, y se centra en el anhelo de Dios y la esperanza en él. La imagen inicial ya resulta muy expresiva y de cierto bucolismo, cuando compara la sed de agua del ciervo con la sed de Dios que tiene el alma.
La obra consta de siete movimientos:
- Un bello coro. Como el ciervo brama por los arroyos con sed de agua, mi alma te anhela, oh, Dios. Conjuga la expresión emotiva del coro con el lirismo palpitante de la orquesta.
- Aria de soprano. Mi alma tiene sed de Dios.
- Recitativo y aria de soprano. Mis lágrimas han sido mi pan de cada día. / Pero iba a la casa de Dios con alegría, con la multitud festiva.
- Esta es la esencia de la composición, la esperanza: ¿Por qué te afliges, alma mía? Espera en Dios.
- Recitativo de soprano. Dios mío, mi alma está abatida dentro de mí. Me acordaré de ti desde la tierra del Jordán.
- Quinteto de soprano con tenores y bajos. Las cuatro voces masculinas contrastan fuertemente con la de la soprano, la cual mantiene su esperanza: Dios mandará su misericordia y su bondad. Su cántico estará conmigo.
- Coro, de cierta estructura haendeliana. Es una vigorosa y potente fuga final que muestra la inquebrantable confianza en Dios: ¿Por qué te afliges, alma mía? Espera en Dios.
Imprescindible para:
- Estremecerse con el mayor exponente de Mendelssohn en la música sacra y su emoción vibrante.
- Insertar esta brillante muestra coral mendelssohniana en la tradición religiosa correspondiente.
- Encontrar las semejanzas arquitectónicas con Haendel o cierto remedo estructural.