Continuamos nuestro recorrido por el programa del concierto del 8 de febrero en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, y hoy nos detenemos en el Concierto para piano y orquesta nº. 1 de Tchaikovsky.
Este será el programa completo:
Smetana
Mi patria (“El Moldava”)
Tchaikovsky
Concierto para piano y orquesta núm. 1 en si bemol menor, op.23
Tchaikovsky
Romeo y Julieta, obertura
Tchaikovsky
Obertura 1812
Tchaikovsky
Concierto para piano y orquesta nº. 1
Rectificar es de sabios: cuando Tchaikovsky entregó su Concierto para piano n.º 1 —compuesto entre octubre de 1874 y febrero de 1875— a Nikolái Rubinstein (1835-1881), pianista y director del Conservatorio de Moscú, esperaba algún consejo o su ofrecimiento para estrenarlo, pero se encontró con que le propuso rehacerlo por completo si quería su colaboración. Le pareció vulgar e insustancial, y hasta malo salvo dos o tres páginas, por lo que debería rehacerlo por completo o abandonarlo. Por supuesto, Tchaikovsky se sintió muy injuriado, como consta en cartas de unos años más tarde a su mecenas Nadezhda von Meck, y se negó a cambiar una sola nota. Se lo entregó al pianista y director alemán Hans von Bülow (1830-1894), que lo recibió con gran ardor, agradeció la dedicatoria y lo estrenó en Boston el 25 de octubre de 1875 en el seno de su gira por Estados Unidos. El éxito fue tal, que el público pidió al instante la repetición del último movimiento, algo semejante a lo que sucedería después en Londres y en Moscú. Pocos meses después llegó la rectificación y Nikolái Rubinstein admiró la obra en adelante, hasta el punto de que el estreno en Moscú, a finales de 1875, contó con su dirección, al margen de que lo interpretó muchas veces como pianista con tal primor que Tchaikovsky lo agradeció fervorosamente. Más aún, Rubinstein convenció al compositor para que le dejara estrenar su Concierto para piano n.º 2, lo que al final no pudo llevarse a cabo por el fallecimiento prematuro del pianista.
Tchaikovsky sí hizo al menos un par de revisiones del concierto, como en 1879 y 1888-1889. De hecho, los famosos acordes iniciales no formaban parte de la partitura original, acaso sugeridos por pianistas como el alemán Edward Dannreuther (1844-1905), que estrenó el concierto en Londres, o incluso por el ruso Alexander Siloti ()1863-1945), alumno y editor de Tchaikovsky. El comienzo de la obra parece resultar autónomo del resto del movimiento, hasta el punto de que, a pesar de su fortaleza y su trascendencia, el tema solo aparece dos veces y no vuelve a aparecer en toda la obra.
La intervención del solista en este primer movimiento es casi temprana, sin apenas dilaciones, como en tantos otros importantes conciertos que incluso llegan a la inmediatez—Schumann, Ravel, Tercero de Rachmaninov…—, con signos inequívocos de solidez. Los primeros minutos del piano y la orquesta son casi el símbolo musical de una época, un icono artístico, lleno de melodías certeras y que transmiten casi un idea de naturalidad fluyente. Si el primer tema es todo poderío y los inicios son turbulentos, con la entrada del segundo llega la intimidad y la moderación. Es una majestuosa suma de emociones briosas y líricas, con un final arrebatador que permite el lucimiento de los grandes solistas.
El segundo movimiento resulta de una melancolía adormecida típicamente chaikovskiana, un reposo tras el anterior, una exhibición de delicadeza romántica, una muestra de ligereza.
El tercer movimiento está constituido, tras una introducción, por un rondó en el que suceden melodías, algunas de las cuales se relevan e incluso reaparecen hasta culminar en la energía y el dinamismo del comienzo de la obra, adrenalínico y heroico como pocos.
El éxito de la obra fue ingente desde sus comienzos. De hecho, fue así hasta el final, pues en el último concierto que dirigió Tchaikovsky en San Petersburgo en 1893, apenas unos días antes de su muerte por desdichada enfermedad o lamentable suicidio, programó este Concierto para piano n.º 1 junto al estreno de su Sinfonía n.º 6 ‘Patética’.
Imprescindible para:
- Experimentar en directo la sensación heroica y triunfal de un final radiante, reconocido con las mayores alabanzas desde su mismo estreno.
- Reflexionar sobre un concierto que ha pasado a formar parte de la cultura universal ajena a la estrictamente musical, al ser hasta un icono pop.
Vivir la exaltación anímica motivada por la música en sabia alternancia con la languidez.
También puedes adquirir tus entradas dentro de nuestros abonos de la Temporada Excelentia «Grandes Clásicos» 2023/24 con importantes ventajas como descuentos, la suscripción a la revista «Excelentia: Música y Arte» o la asistencia gratuita a las conferencias previas explicativas de las obras de cada concierto.